sábado, 29 de agosto de 2020

CORRE...CORRE, QUE HAY FUEGO

 

Aunque eramos seis hermanos, estábamos divididos en dos grupos, los tres mayores y los tres menores. Los tres mayores tenían una diferencia de edad de doce a quince años con los tres menores, todo lo cual hacía que hubiese esa mayor diferencia entre los dos grupos. Los mayores hacían vida de adultos y los menores vida de niños.Era sábado, los mayores salían con sus parejas a su habitual baile de fin de semana, los tres menores permanecíamos en casa jugando al escondite. Nuestros padres en la cena nos habían comunicado que salían a una recepción en casa de la familia Smerdú, y pedían nuestra colaboración para que el comportamiento fuese lo más correcto posible, ya que nos quedábamos solo los tres. Mi hermano Carlos asumía el mando de la coordinación del comportamiento, era el mayor de los tres. La otra advertencia era que la hora limite eran las diez de la noche, que sin excusas tendríamos que estar en la cama.Los tres sentados en la sala de estar, esperando que los padres se fueran. Cuando escuchamos el ruido de la puerta del garaje, saltamos todos locos de alegría, al fin todo el territorio era nuestro y se encontraba dispuesto para su uso. Carlos nos pidió cordura y Ernesto todo lo contrario, jugar a tope. Como era practica habitual se produce enfrentamiento entre las dos formas de ver las cosas, y comienza la confrontación. Corren Carlos y Ernesto, uno tras el otro y cuando está a punto de alcanzarlo uso mi estratagema, grito que tengo una crisis de asma. Ambos se paran y me miran, como se simularlo muy bien ambos se olvidan de sus cuitas y se ponen manos a la obra en prepararme los aerosoles.Carlos coge un cazo y vierte un liquido de una botella de color azul que piensa es eucalipto y enciende. El contenido se inflama con unas llamas cortas y una enorme humareda. Grita porque se da cuenta que es petroleo y Ernesto cuando las llamas se encuentran en su cenit, le echa un trapo grande y húmedo que al momento apaga las llamas pero no la enorme humareda. Abrimos las ventanas y sale parte del humo, pero apercibimos que todas las paredes están manchadas de los restos de la combustión del petroleo, pero no solo eso sino que platos, fuentes, vasos y demás enseres están llenos de restos de la humareda y sus restos en forma de pelusas negras adheridas.Sentados los tres acabamos las disputas, asustados y con el corazón latiendo a toda velocidad por el susto, decidimos que hacer. Primero agradecer a quien le corresponda el que pudiéramos controlar el fuego, y después que hacemos con toda la cocina manchada y apestando a petroleo.¿Llamar a los padres? Por una vez y sin que sirva de precedente decidimos asumir el reto y limpiar todoEspectáculo ver la organización del trabajo, cada cual con una faena definida, Carlos paredes, Ernesto platos y vasos, yo despensa fresquera y mobiliario. Me colocan un pañuelo a forma de bozal para que no respire restos del hidrocarburo y comenzamos a toda velocidad la faena. Cálculo de hora, las dos de la madrugada. Ninguna palabra soez ni recriminadora, solo frases de aliento. Quien termina primero ayuda al compañero, es la frase más usada, y así se consigue, dos menos cuarto faena cumplida, toda la cocina y aledaños limpia y sin restos de la pelusa de mota negra.Nunca mi madre supo o sospechó que había acontecido semejante accidente, quizás solo comentó que veía la cocina con mayor claridad.


INDALESIO 

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