El hombre despierta de
la siesta y empieza a buscar algo que ha soñado que ha perdido. Con
esa preocupación olvida lo que tenía que hacer al despertarse que
era ir al médico. La imagen onírica suplanta la realidad hasta que
encuentra lo que había perdido en el sueño. Se trata de una
reliquia de sus antepasados que guarda en un armario dentro de una
caja de taracea. Al abrirla sale una pequeña araña que le pica en
la mano. Asustado tira la caja al retrete y hace funcionar la
cisterna. Su mano se hincha y duele por lo que va a urgencias. Cuando
saca la documentación encuentra la cita a la que ha faltado. En
recepción se lo recuerdan pero miente diciendo que no ha podido
acudir a causa de la picadura. Le inyectan urbasón y le proponen
colocarlo al final de la lista de la consulta programada pero se
acuerda de que ha tirado algo de mucho valor y sale corriendo hacia
su casa con tan mala suerte que lo atropella un coche. Él dice que
no es nada pero lo obligan a volver a urgencias donde después de
atenderlo le informan de que todavía está a tiempo de asistir a la
consulta programada. Como ha olvidado el episodio de la caja accede a
sentarse en la sala de espera. Allí conoce a la mujer de su vida con
la que se casa. En el sueño trataba de buscar la caja con el
recuerdo de familia para regalárselo a la mujer que había conocido
en la consulta. Mete la mano en el bolsillo y encuentra la caja pero
no se atreve a regalársela por si contiene otra araña o incluso la
misma que le ha picado. Se mira la mano y ve que ya ha sanado o que
nunca tuvo nada. La mujer con la que va a casarse es su mujer que
está impedida en casa. Vuelve corriendo porque está sola y la
encuentra muerta. La araña le ha picado en la cara y ha anidado en
el pelo. Intenta acercarse pero la araña que es monstruosa se eriza
dispuesta a saltar sobre él. Retrocede con cuidado hasta la puerta
por la que sale; tras cerrarla con llave va a la policía donde lo
cuenta todo. Una patrulla lo acompaña y encuentran a su mujer
malherida en el suelo. Lo detienen sin dar crédito a su historia y
lo meten en el calabozo. Se queda inmediatamente dormido y sueña que
ha ganado una prueba de atletismo en una olimpiada por lo que se pone
a dar saltos. En uno de ellos cae de la cama y se parte la nariz. Se
levanta como puede y se arrastra hasta el salón de su casa porque no
estaba en comisaría. Empieza a reflexionar sobre lo sucedido
apuntando los hechos en una libreta: soy viudo desde hace diez años,
vivo solo en una barriada obrera sin asistencia. Mi familia siempre
ha sido pobre. Nunca he tenido una caja con una joya y lo que soñé
antes es falso. Ni me ha picado una araña, ni me ha atropellado un
coche, ni he estado en un hospital. Soy aficionado a la literatura y
desde hace unos días escribo mis sueños. Nunca releo lo escrito
porque no lo entiendo. Lo hago para entretenerme. De pequeño quería
ser médico pero me obligaron a ser escritor y he fracasado. Durante
muchos años me ocupé de la página de sucesos en el periódico
local y solo se me ocurren ideas macabras. Con la pensión voy
tirando pero tengo la vista cada vez peor y no pienso ponerme gafas.
Si tuviera un ordenador podría ver películas porno como mis amigos.
Menos mal que me queda papel y lápiz.
CIRANO
Thomas Mann y Frank Kafka firmarían este cuento.
ResponderEliminarCada vez que lo leo me gusta más. Un abrazo, Cirano.
ResponderEliminarRealmente bueno. Suscribo los dos comentarios anteriores.
ResponderEliminarComo es posible que un personaje con la fantasía de Cirano, recurra a la escritura automática, llenándolas de desmentidos y contradicciones. Nunca sus escritos llevaban esta carga viral tan intensa. Me gustaría saber que alteración ha sufrido su mente para poder llegar a desarrollar este producto literario, lo pido en especial para exportarlo al resto de la humanidad....literaria(Por supuesto)
ResponderEliminarEn contestación al anónimo que me observa sin que yo lo vea adjunto el comentario de un amigo que creo no aclara nada porque no se trata de aclarar sino de enredar.
ResponderEliminarA mí me resulta inquietante. Me recuerda una serie de Steven Spielberg donde el tiempo de la consciencia vivida se manejaba de esta manera, lo que me produce angustia. Es como las propuestas de Escher (
http://verne.elpais.com/verne/2015/07/13/album/1436801897_490586.html).
En lo formal, es un problema lógico, pero existencial. Y magistralmente llevado, pues se trata de un encaje de bolillos. En los contenidos, muy cercano en lo simbólico, compartimos la "imaginería". Se me vienen estos versos: " una carga de fichajes y escayolas, una palabra escrita en el desierto, una muerte interrumpida en cada hora".
Muy en la profundidad, el relato extrae y revela nuestra condición de explicar lo inexplicable, nuestras vidas, y cómo se relacionan los acontecimientos, entre lo deseado, lo temido, y sobre todo:lo insignicable, que es la mayor tragedia del ser humano y algunos tratan de salvarla, con el cultivo de la Re-Lectura Interminable, con el Verbo escrito, porque, quizás, no hay otro camino. Porque sólo podemos asociar las cosas pero sin saber el porqué.
La mente es todo un mundo a veces mucho más rico que la realidad. Enhorabuena Cirano
ResponderEliminarBonita excursión onírico-literaria. En realidad los sueños y la literatura comparten el mismo mecanismo de proyección: las penas y alegrías que esmaltan nuestras vidas: mucha plata, algo de oro y bien surtidas de latón. Son trasuntos de huellas dolorosas de nuestras biografías, disfrute de los buenos momentos, pero sobre todo "realizaciones" de deseos hondamente sentidos y nunca satisfechos.
ResponderEliminarCon los sueños y "el papel y el lápiz" experimentamos la catarsis.
Enhorabuena, Cirano.