sábado, 6 de agosto de 2016

ALGÚN HÁBITO LITERARIO

                                         

No me apercibí de que mi vida es una constante rutina, no mi vida social que esta ocupada por diversas actividades más o menos entretenidas, sino mis ocupaciones de desarrollo del conocimiento.
Me paré y senté en la butaca que tengo a la izquierda de mi mesa de trabajo, me había pasado por las entendederas las rutinas que cada día me ocupan y no me había dado cuenta de que todo es una consecución de repetición de hechos del mismo formato. Para no olvidar e investigar si eran miméticos de un día para otro, decidí someterlos a observación meticulosa, y resultó algo parecido a lo que describo para el lector.
Es una habitación tranquila y llena de libros, solo puede sonar el reproductor de disco en formato CD, quizás se acerquen a los ciento cincuenta y de música clásica. La construcción es de buhardilla con dos ventanas que solo abro en verano, por la temperatura. También uso la radio pero solo emisoras públicas y algo fundamental, que hablen poco.
Los libros están distribuidos por un orden peculiar, la mitad son ensayos, la otra mitad novelas. Estos dos bloques también tienen un orden, la zona de ensayos contienen libros de pensamientos, materialismo y teorías de la mente, la zona de novela contiene americana, francesas y españolas. En total puede haber unas quinientas novelas y unos trescientos ensayos.
Y ahora viene lo curioso, se los títulos pero no recuerdo el contenido de ningún libro. Así que desde hace dos años no compro libros nuevos, solo releo, siguiendo un orden aleatorio, por ejemplo he leído todo Pio Baroja y me he quedado de piedra porque me ha parecido un auténtico ladrillo, una vez leída una novela las demás mantienen un mismo ritmo y secuencia. He parado mientras escribía este cuento y he calculado que volveré a Don Pío Baroja dentro de diez años, eso si mantengo el buen ritmo de lectura como hasta ahora. Lo que más esfuerzos me cuestan son los ensayos, leo y releo ya varias veces las obras de Arthur Schopenhauer y cuando quiero saber algo genérico sobre el autor no recuerdo nada, absolutamente nada. Así que me agencié una libretilla y tomo nota, aunque me sirve de poco ya que me cuesta trabajo encontrar las anotaciones oportunas. Decidí pues, continuar las lecturas de forma alternativa y me relajé disfrutando de lo que en cada momento leía, y vive Dios que me ha sido de gran utilidad, en ese momento que leo siento un gran placer en esa lectura, hasta que paso la hoja y me enfrento con la siguiente página. Alguna vez que he perdido ocasionalmente la referencia, me paseo por todo el libro y no puedo saber en que pagina estaba, pero da igual busco una página de número par y vuelvo a leer. Con un poco de música y mis letras soy feliz

INDALESIO Enero 2016  

2 comentarios:

  1. El contenido, el significado es lo irrelevante. Es por eso que no deja huella en estructura alguna, posiblemente porque no posee información (si acaso falaz, redundante, mero ejercicio analógico reiterado hasta el infinito). El "continente", a modo de flash, permanece indeleble, como estructura, andamiaje, el algoritmo en sí, una reverberación por indefinido tiempo: ese es el principio del placer, es la constatación de lo froidiano, de lo piagetiano, de la conjetura de Collatz, donde da igual por cual número comiences tu itinerario, que se te antoja aleatorio, siempre, siempre llegas al 4, que se convierte en 2, y al final en uno.
    Hay que felicitarse que tras toda una vida, uno, se aperciba de lo que está ocurriendo, nada en particular. Ayer podría haber sido más satisfactorio que hoy.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bien, me gusta su punto de vista señor anónimo. Consuela mucho que se deba al vacío de contenido, y además abalado por tan importantes escuelas del pensamiento. Con mayor modestia lo he planteado con un soporte narrativo

      Eliminar