No me apercibí de que mi
vida es una constante rutina, no mi vida social que esta ocupada por
diversas actividades más o menos entretenidas, sino mis ocupaciones
de desarrollo del conocimiento.
Me paré y senté en la
butaca que tengo a la izquierda de mi mesa de trabajo, me había
pasado por las entendederas las rutinas que cada día me ocupan y no
me había dado cuenta de que todo es una consecución de repetición
de hechos del mismo formato. Para no olvidar e investigar si eran
miméticos de un día para otro, decidí someterlos a observación
meticulosa, y resultó algo parecido a lo que describo para el
lector.
Es una habitación
tranquila y llena de libros, solo puede sonar el reproductor de disco
en formato CD, quizás se acerquen a los ciento cincuenta y de música
clásica. La construcción es de buhardilla con dos ventanas que solo
abro en verano, por la temperatura. También uso la radio pero solo
emisoras públicas y algo fundamental, que hablen poco.
Los libros están
distribuidos por un orden peculiar, la mitad son ensayos, la otra
mitad novelas. Estos dos bloques también tienen un orden, la zona de
ensayos contienen libros de pensamientos, materialismo y teorías de
la mente, la zona de novela contiene americana, francesas y
españolas. En total puede haber unas quinientas novelas y unos
trescientos ensayos.
Y ahora viene lo curioso,
se los títulos pero no recuerdo el contenido de ningún libro. Así
que desde hace dos años no compro libros nuevos, solo releo,
siguiendo un orden aleatorio, por ejemplo he leído todo Pio Baroja
y me he quedado de piedra porque me ha parecido un auténtico
ladrillo, una vez leída una novela las demás mantienen un mismo
ritmo y secuencia. He parado mientras escribía este cuento y he
calculado que volveré a Don Pío Baroja dentro de diez años, eso si
mantengo el buen ritmo de lectura como hasta ahora. Lo que más
esfuerzos me cuestan son los ensayos, leo y releo ya varias veces las
obras de Arthur Schopenhauer y cuando quiero saber algo genérico
sobre el autor no recuerdo nada, absolutamente nada. Así que me
agencié una libretilla y tomo nota, aunque me sirve de poco ya que
me cuesta trabajo encontrar las anotaciones oportunas. Decidí pues,
continuar las lecturas de forma alternativa y me relajé disfrutando
de lo que en cada momento leía, y vive Dios que me ha sido de gran
utilidad, en ese momento que leo siento un gran placer en esa
lectura, hasta que paso la hoja y me enfrento con la siguiente
página. Alguna vez que he perdido ocasionalmente la referencia, me
paseo por todo el libro y no puedo saber en que pagina estaba, pero
da igual busco una página de número par y vuelvo a leer. Con un
poco de música y mis letras soy feliz
INDALESIO Enero 2016
El contenido, el significado es lo irrelevante. Es por eso que no deja huella en estructura alguna, posiblemente porque no posee información (si acaso falaz, redundante, mero ejercicio analógico reiterado hasta el infinito). El "continente", a modo de flash, permanece indeleble, como estructura, andamiaje, el algoritmo en sí, una reverberación por indefinido tiempo: ese es el principio del placer, es la constatación de lo froidiano, de lo piagetiano, de la conjetura de Collatz, donde da igual por cual número comiences tu itinerario, que se te antoja aleatorio, siempre, siempre llegas al 4, que se convierte en 2, y al final en uno.
ResponderEliminarHay que felicitarse que tras toda una vida, uno, se aperciba de lo que está ocurriendo, nada en particular. Ayer podría haber sido más satisfactorio que hoy.
Bien, me gusta su punto de vista señor anónimo. Consuela mucho que se deba al vacío de contenido, y además abalado por tan importantes escuelas del pensamiento. Con mayor modestia lo he planteado con un soporte narrativo
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