sábado, 24 de agosto de 2019

MI MÚSICA






Mi padre era un amante y aficionado de muchas cosas, quizás la que más le despertaba pasión era la música. Cada día después del almuerzo se sentaba en su butaca preferida, sintonizaba la música clásica en el armatoste a lamparas que tenía junto a su cabeza, y reposaba con un pañuelo bajo el ojo derecho sujeto con su misma mano. Luego se escuchaba un leve pero intenso ronquido y la música pasaba a un segundo plano. Yo sentado enfrente le miraba y observaba cada sonido que compartía con la radio, el caso es que me gustaba bastante más el sonido de la música clásica que los ronquidos que emitía la garganta de mi padre. Cuando despertaba, se agitaba y frotaba con la mano de apoyo y comentaba : Magnífico concierto . Yo sonreía y él me guiñaba como signo de complicidad. Quizás había cumplido los doce años, cuando mi padre me comentó que había conocido al catedrático de guitarra del conservatorio y que habiéndole parecido un gran persona y un genial docente, con método propio de enseñanza, merecía la pena que lo aprovechara para que me enseñara el manejo del laúd, ya que mi hermano que tenía mejores condiciones musicales aprendería el uso de la guitarra. Me quedé perplejo porque aunque entre hermanos no teníamos dificultades, la rivalidad existía y yo deseaba mostrar mis facultades para desbancar su superioridad no solo por la edad sino por mi motivación y ambición. Como siempre ocurría aceptábamos las indicaciones de padre sin rechistar, aunque a mi no me gustara, desplegué la cara de triste y enfadado, e iba suspirando mis penas por los lugares de uso común, incluso tuve el atrevimiento de no escuchar el concierto de la siesta, con mi padre en el “dolce far niente”. Cuando en la noche me cruce con él, metió sus dedos en mi tupida cabellera despeinándome sin más contemplaciones. Fuimos informado por mi padre que el maestro de guitarra vendría dos días a las doce del medio día, y aunque rompía el programa de juegos de la mañana aceptamos sin rechistar las indicaciones de padre. Luego me hizo indicaciones para que fuera al garaje y dentro del coche encontraría una guitarra y un laúd adquirido por mi padre para los menesteres de la formación musical. La guitarra era nueva y estaba reluciente,el laúd era de segunda mano y se notaba el rayado de las uñas del maestro que lo había usado, no me gusto tampoco ese gesto para con mi ambición y llené mis ojos con más lagrimas de lo habitual. Mi padre sacó del bolsillo un juego de cuerdas y dos cejillas y las colocó sobre la caja y el mástil, luego las depositó sobre el sofá y nos advirtió que si queríamos demostrar nuestras habilidades lo hiciéramos ahora y sino cuando viniera el maestro. Yo me lancé sobre la herramienta y con una púa froté las cuerdas sin que el sonido tuviera la coherencia necesaria. Mi hermano con la guitarra demostró tener habilidades naturales y el sonido que sacó era lo más parecido a una melodía. Al día siguiente, media hora antes de la llegada del profesor agarré el laúd y lo abracé, mis pocos años me hicieron pensar que si le mostraba cariño, ella respondería con un sonido como los que escuchaba en la radio. Pero no fue así y yo bien que lo he sentido, porque no conseguí pasar de ser un mero oidor distinguido. El maestro llegó a su hora, iba vestido de negro y con una cinta en el brazo, señal de viudo, portaba un sombrero de ala corta también de color negro, sus ropas lucían manchas y lamparones de diversos tamaños e intensidades. Sacó del bolsillo un paquete de hojas de liar cigarros y escogió una hojilla, luego cuatro o cinco colillas de tabaco y les vació mezclando todos los contenidos, los envolvió en la hoja y encendió con un chisquero. Una columna de humo denso salió de su boca piorreica, deposito el cigarro en el clavijero y agarró el instrumento, cuando escuché el sonido me quedé patidifuso, por la caja de resonancia salia un ruido de una belleza inigualable, y fue entonces cuando supe que jamás llegaría a sacar ese magnifico ruido al instrumento que me había conseguido mi padre, y así lo entendió, lo cambio por la lectura sin limite y bajo su control. Mi hermano consiguió dar una semana de clase, porque el maestro Navas don José murió de una ataque al corazón. Continúo escuchando música y no me pierdo ningún concierto velando el sueño de mi padre.
INDALESIO

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