Aquella mañana amaneció
con un sol radiante, normal porque era el mes de julio y en esta
ciudad siempre hace una luminosidad muy agradable, precisamente por
eso le llaman la Costa del Sol. Vivo cerca de la ciudad en una
barriada de casas unifamiliares de una burguesía rancia y rica, y
cuya composición social esta formada por algunos nacionales
emigrados de la comarca de Camero, y un nutrido grupo de burgueses
extranjeros emigrados de las nacionalidades de Europa. En total no
sobrepasan las veinte casas y familias, todas las casas con un
generoso jardín y ausencia de niños y jóvenes que pudieran hacerme
compañía. Así que mis padres decidieron enviarme a realizar los
estudios pertinentes de bachiller superior a la cercana ciudad de
Granada donde bajo la tutela de los religiosos de San Cosme me
licencie con suficiencia. Pero los periodos vacacionales me
reintegraba a la vida familiar de nuestra soleada y bella ciudad de
Málaga, donde me aburría como una ostra. Cada mañana me levantaba
y mientras desayunaba meditaba que faena podría organizar para
ocupar el dilatado día del estío. Al terminar el desayuno
completaba el aseo y salía de casa para sentarme en el muro del
llano donde esperaba que fuera la hora para ir a la playa con mi
madre. A veces ideaba identificar el ruido del motor de un auto y
esperaba que pasara para averiguar si había acertado, pero esa
mañana el sol era intenso y me sentía torrar mi rapada cabeza. Así
que decidí acercarme a la empinada cuesta que daba acceso al llano
de entrada de la casa de mis padres, cuando llevaba recorrido la
mitad del trayecto me llamó la atención que de la puerta del garaje
salía una tenue cortina de humo, raro porque ni se usaba para
guardar coches ni cualquier otro uso. Llamado por la curiosidad me
acerqué despacio haciéndome el distraído e incluso lance un tenue
silbido para que no me sorprendiera algo pecaminoso, pero fue
inútil, solo pude apreciar el humo negro que por un angulo de la
puerta buscaba la verticalidad. Cuando llegué a la altura de la
puerta me separé para no ser sorprendido, pero con la cabeza girada
hacia la derecha para poder apreciar que era lo que pasaba detrás de
la enorme puerta. Estaba entornada y dejaba una separación en el
último pliegue del fuelle de la puerta y por el angulo superior
salía el humo. Alejado fui abriendo el angulo de visión conforme me
desplazaba hacia la izquierda hasta que pude ver su interior, pero
como estaba orientada al sol de levante la sombra no me dejaba ver.
Inicialmente decidí irme hacia mi casa, pero hacia la mitad del
camino, la curiosidad me hizo volverme para ver el interior del
garaje y el origen del humo. Cogí un palo de forma instintiva y
apoyándome en él me dirigí con diligencia hacia la puerta del
garaje, volví a separarme de la entrada y avizore el fondo del
habitáculo. Tarde unos minutos en acoplar la intensa luminosidad a
la oscuridad del interior, entonces y aún sin saber que era lo que
me iba a encontrar me acerqué hacia la apertura, conforme me
acercaba iba distinguiendo los bultos del interior, pero sin poderlo
definir, hasta que llegué al portón. Entonces echándole valor use
la voz para preguntar quien había allí dentro. Considerando que
solo tenia doce años perdí el miedo y avancé hacia el interior,
pude observar un bulto envuelto en una manta y la zona desde donde
salía el humo. Eran unos troncos en rescoldo quizás húmedos que
lanzaban una gran cantidad de humo y también había prendido una de
las esquinas del enorme bulto. Con el palo que llevaba empuje el
bulto, pero no conseguía identificar el contenido del objeto. El
resto de la habitación estaba vacía, salvo una goma de rueda
apoyada sobre una de las paredes, el resto era suciedad y un severo
olor pestilente que oscurecía todos mis sentidos. Insistí con el
bulto pero seguía sin poder saber de que se trataba , me pegué a la
pared y le miré hacia el costado anterior del bulto, entonces me dí
cuenta de que era una persona y di un salto que me hizo caer de culo
en mitad del garaje, me giré y realicé un escorzo que me hizo
ponerme en pie y corrí como un poseso hacia la puerta. Desde la
puerta e hipando corrí hacia mi casa desaforadamente, hasta que me
encontré de frente con mi padre. Le conté lo que había visto y
algo más de imaginación fruto de mi estado de excitación, me miró
con dudas y me dijo: - Espero que no sean fantasías tuyas. Con
agitación insistí en que había visto una persona y que estaba
ardiendo por uno de sus extremos. A pesar de las dudas de mi padre
decidimos ir ambos a ver que era lo que pasaba, me sujeto del hombro
y me pidió cautela y tranquilidad. Recorrimos el llano, le señalé
el garaje y el humo que salía por la puerta, y ambos nos
precipitamos hacia el interior. Agarró el bulto y tiro de él hacia
fuera, apago la humeante manta y lo acercó a la puerta. Entreabrió
las hojas de la puerta y deslió el bulto, yo me separé de aquella
figura que para más inri era una mujer consumida por el fuego y
posiblemente por la indigencia. Muy alarmado mi padre me ordenó me
fuera a casa y me pidió le dijera a mi madre que llamara a la
policía. Un par de horas después llegó la autoridad pero yo me
encontraba clausurado en mi habitación y con los consuelos de mi
madre que aún me consideraba un niño pequeño. Ese fue mi primer
cadáver y no el último. Se trataba de una indigente que vivía de
la limosnas de los vecinos del barrio, le llamaban “María la del
garaje”, había sufrido mucho durante la guerra civil ya que perdió
a su marido y a sus dos hijos. Desde que acabo la guerra hacia
algunos encargos para los vecinos y mal vivía en garajes y casas
abandonadas. Aquella noche lloré solo en mi habitación, porque
aprendí lo que el destino les deparaba a los perdedores y
miserables.
INDALESIO
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